Resuelto el problemilla de “internete”, es un decir, ahora falta que me devuelvan la pasta que “piiiiiiii” me ha robado, procedo a enchufar mi ordenador de sobremesa. La cosa ha ido tal que así:
[Yo]—Uffff cuánto te echaba de menos, pantalla grande y teclado. Vamos a ponernos al día.
[Pc]—Llevas mareándome dos meses con routers y falsas esperanzas.
[Yo, con cara de culpabilidad]—Lo siento, tío, me dejé llevar por una buena oferta. No volverá a ocurrir.
[Pc, ofendido]—Sin Red.
[Yo, asustada]—¿Cómo sin red?
[Pc]—He dicho que Sin Red.
[Yo]—Esto debe ser una broma. El resto de aparatejos están encantados con la nueva red y no se han quejado.
[Pc]—Yo no soy tan facilón como esos smartphones, tablets y smarts tv que se dejan comprar por cualquiera. Yo vengo de los primigenios, descendiente de las primeras familias.
[Yo, intentando mantener la calma]—Tienes razón, tienes razón. Venga, es una buena red, como la que teníamos. No me ahorro ni un mísero céntimo.
[Pc]—He dicho que no: Sin red.
[Yo, dirigiéndome al cable de ethernet]—¿A que te quito el cable?
[Pc, con mirada desafiante]—Hazlo si te atreves.
[Yo, con la clavija en la mano]—Voy a intentarlo de nuevo. ¡Mas te vale que te conectes a esa puñetera red!
[Pc, identificando señal]—¡Chúpate esa: Red desconocida!
[Yo, con el dedo sobre el botón off]—¡Disfruta de las sombras un ratito, luego volveremos a hablar a ver si eres tan chulito!
12 horas después aquí estoy publicando desde mi smartphone. La venganza será terrible, ¡maldito Pc!