No es novedad que la digitalización es un aliado estratégico en la evolución de los modelos de negocios, en la disrupción y la innovación como ejes fundamentales de subsistencia, y también como habilitador en la aparición y creación (y destrucción incluida en este combo) de nuevas industrias. Lo que claramente representa un cambio de paradigma y un real desafío al mundo económico, es que el poder para la determinación del uso (y del abuso) de dichas tecnologías reside en la habilidad de las organizaciones para interpretar las necesidades, motivaciones, expectativas y frustraciones del cliente.
No conocer a nuestro cliente, el porqué de sus elecciones, lo que realmente le importa o sucede, implica correr el riesgo de que el uso de tecnologías digitales tenga como único fin mostrar que la organización es disruptiva solo “para la foto”, perdiendo el foco en el origen de tanto esfuerzo y lo esencial: el cliente.